Esta lectura será un viaje fluvial por torrentes, rápidos, cascadas, aguas turbias, cristalinas y sosegadas, y por grandes caudales, pero sin olvidarnos de los pequeños afluentes. Nadaremos por diferentes conceptos que abarcan la investigación, encontrando puntos de conexión entre la metodología de la investigación y el resultado. Esta primera actúa al igual que lo hace un río: recolecta agua, piedras, ramas y partículas imperceptibles que vienen de sitios diversos pero que se juntan en un cauce para desembocar en un océano homogéneo. El mapa de la pantalla anterior es fragmentario, compuesto por anotaciones, reflexiones, citas e imágenes que construyen el corpus del proyecto y me han guiado a la hora de relatar. Estos fragmentos componen una cosmogonía del proyecto, y son necesarios porque el fragmento es el motor primigenio del proyecto: la recolección de trozos incompletos para la creación de una narrativa conjetural. Para facilitar el nado entre estas aguas, este texto guiará al lector a través de estos cauces que en ocasiones pueden resultar un poco turbios y desconcertantes.

El pistoletazo de salida lo proporciona una actividad que suelo llevar a cabo con frecuencia: bucear entre archivos de imágenes y documentos históricos digitalizados para hacer collage. Esta búsqueda desembocó en unos mapas del geólogo y cartógrafo Harold Fisk realizados en 1944, cuando trabajaba para el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EEUU. Sus dibujos registran todos los cambios, tanto humanos como no humanos, que ha sufrido el cauce del Misisipi y sus afluentes desde el sur de Illinois hasta el sur de Louisiana. La representación superpone colores a modo de palimpsesto y ayuda a entender lo mucho que pueden llegar a cambiar los cauces. Esta zona del río en concreto, al encontrarse en una llanura sin apenas pendiente, cuenta con una gran cantidad de meandros, curvas muy pronunciadas que se forman por erosión y que con el tiempo se deforman cada vez más. En estas llanuras, el curso del río tiende a ser muy cambiante. Al investigar la historia que emerge de estos mapas, me di cuenta de una obviedad que estaba pasando por alto: todas las imágenes que utilizo para hacer collage tienen una historia detrás y un contexto muy concreto, pero que al ser imágenes la información se encuentra incompleta. Para saber más de ellas han de ser situadas e investigadas, y ni aún así tampoco es posible tener de ellas la totalidad de su historia.

La reutilización de imágenes e imaginarios es una práctica cada vez más extendida, nuestra cultura es potencialmente visual, y cuando nos sumergimos en archivos digitales de imágenes o documentos históricos nos damos cuenta de que ha sido así desde hace más de lo que pensamos. Se dice que la creación a partir de la reutilización de fragmentos ya existentes es una forma de resistencia ante una sociedad que ya está llena de ellas (Vilches, 2008-2009). No creo que sea así, al fin y al cabo aquel que toma prestada una imagen para crear otra, al reutilizarla crea una imagen autónoma que significa otra cosa debido a la selección, combinación y disposición posterior de ésta. El fin es el mismo: la creación de una imagen nueva, la única diferencia es el medio. Sería más oportuno decir que esta forma de crear responde a otras necesidades formales, pero volviendo a la reflexión anterior, también responde a otras maneras de significar. Al coger un trozo de imagen, imaginario, texto o sonido que ya ha sido creado estamos haciendo referencia a una época, autor o contexto que ya significan algo a priori. Se añade una capa de información que no es gratuita sino que, la queramos escuchar o no, nos narra historias concretas. La digitalización de imágenes y documentos históricos abre la puerta a un lugar repleto de un vasto cuerpo histórico, en ocasiones anónimo y mudo, que pide a gritos ser analizado y revisado para que estos archivos no acaben siendo documentos ahistoricos y olvidados. Estas bibliotecas digitales al alcance de todos dan a luz a nuevas líneas de creación e investigación y con ello nuevas maneras de analizar y rehacer la historia. Es por ello que recurro a ellas como motor primero de mi proyecto, yendo más allá de su mero uso visual y estético. La primera parte del proyecto se basa en una extensa búsqueda de archivo que tiene como objeto de investigación el río, una investigación sin criba que acoge todo tipo de aguas, de la que más tarde realizaré una selección para marcar y delimitar el relato. Estos documentos primeros figuran en el mapa de la página principal en color negro, para diferenciarlos de aquellos documentos que forman parte del relato, en color azul.

Al recurrir al collage en mi práctica creativa y trabajar con la apropiación de imágenes para crear un significado diferente, he decidido hacer lo mismo con los textos: apropiarme de fragmentos y mezclarlos con mi voz para que cobren otro significado. En la narración aparecen diarios de exploradores, partes de un tratado de natación, definiciones de palabras y mitos que se mezclan con mis escritos, los cuales nacen a partir de la narración que se ha ido generando en función a los fragmentos y rastros de archivo encontrados. Esta manera de trabajar a partir de fragmentos incompletos refuerza y da pie a un concepto central del trabajo y que hace posible que emerja la ficción: la conjetura. Como he dicho anteriormente, los documentos e imágenes que se encuentran en archivos digitalizados se encuentran fuera de contexto, son fragmentos de historia situadas en un espacio digital, ordenadas por etiquetas, nombres o épocas, pero fuera de su marco histórico. Este vacío de significado es impulsor de creatividad y ficción. La conjetura abre paso a nuevas formas de imaginar el documento y su contexto; a crear nuevas narrativas fuera de la oficial. La conjetura es también propia de un concepto denominado microhistoria. La microhistoria es una rama muy reciente de la historia social que parte de acontecimientos cotidianos y que pasan desapercibidos. El modo de hacer se basa en analizar y crear suposiciones historicas desde una microescala. Carlo Ginzburg es uno de los impulsores de este movimiento y ha hecho grandes aportaciones de este género con su libro “El queso y los gusanos”. Este libro trata de revelar la historia y maneras de pensar del siglo XVI a través de la historia de Menocchio, que dejó únicamente pequeños rastros de su vida en documentos de un juicio de la Inquisición. Ginzburg, de forma asombrosa, comienza a hacer suposiciones a través de pequeños fragmentos que encuentra de este personaje para hablarnos acerca del pensamiento religioso y sobre el origen del mundo de una época determinada.
"Memorias fluviales" tiene mucho que ver con esta manera de hacer, solo que estas suposiciones no es un trabajo histórico real, sino que más bien se desarrolla en el marco de la ficción. Con este gesto conjetural ficcionado también se pretende poner en cuestión la evidencia histórica y neutral de estos documentos, mostrando cómo son creados y vistos desde un sesgo y óptica concreta que los convierte al fin y al cabo, en ficción en sí mismos.

Tras filtrar toda la información encontrada y generada, el foco de atención se desplaza a un río concreto, el Buenaventura. Este río aparece por primera vez en un mapa en 1777, con la expedición Dominguez-Escalante en el oeste de los Estados Unidos. A causa de un malentendido, este río empieza a aparecer en gran parte de la cartografía del siglo XIX y encuentra una salida en el Pacífico, cuando en realidad el Buenaventura nunca existió. El foco de atención se posa sobre este río debido a su naturaleza propiamente conjetural. El estilo de compresión de aquellos cartógrafos y exploradores era el de la conjetura, y a través de ella, y seguramente también con ayuda de su deseo y anhelo de agua en el extenso desierto de la Gran Cuenca, crearon un gran río navegable que fluía desde las Montañas Rocosas hasta la Bahía de San Francisco. He recopilado cartografías y diarios de exploradores que realizaron expediciones en esta zona. Al centrarme en este río comenzó un proceso de renuncia a muchos documentos y escritos, abriendo así una nueva búsqueda: la recopilación de todos los documentos que hacen referencia a este río imaginario. Los diarios habían sido escritos por colonos que registraban día por día las expediciones que realizaban para dar constancia de lo que habían visto en esas tierras desconocidas. Tras una larga búsqueda entre documentos y páginas que hacían mención al río en cuestión, seleccioné los que me interesaban. Todos los exploradores nombran al Buenaventura como un río que vieron y en ocasiones cruzaron (excepto Fremont, que nunca lo vió y termina por desmentirlo). Una vez más hago uso de la apropiación: en el proyecto pueden leerse los diarios de estos exploradores intactos y entremezclandose con la voz ficcionada del propio río. Pero el Buenaventura no solo aparece en diarios de expedición, sino que aparece en muchos de los mapas del siglo XIX. Lo curioso es que en cada mapa tiene un curso muy diferente, sus cartógrafos parecían estar seguros de donde se encontraba, sus meandros están hechos con detalle y con un trazo seguro y firme. A través de estos documentos históricos reconstruyo el Buenaventura y hago suposiciones alrededor de la historia de un río que es una conjetura en sí mismo.

En la narrativa que he ido tejiendo, nuestro río protagonista huye del ser humano y de su representación, dando a entender que siempre estuvo allí donde fue representado y visto su caudal, su deseo de huir le hacía cambiar de cauce continuamente. Este afán del hombre por atrapar al río es un gesto central en el proyecto, ya que es un denominador común que encontraba en la mayoría de los documentos que investigaba, y que por eso ha acabado siendo una parte troncal de la narrativa. Con el Buenaventura, el hombre, una vez más, intentó atrapar el agua, pero esta vez fué en vano. Llegados a este punto, continué con la búsqueda de documentos, para encontrar otro indicio histórico que me permitiese proseguir con la narración. En ese momento me topé con el mito de Aretusa, escrita por Ovidio en sus "Metamorfósis". Aretusa es una mujer que es perseguida por Alfeo y que al no encontrar escapatoria de su persecutor, con ayuda de la diosa Artemisa, se convierte en un río y más tarde en río subterráneo. He aquí una cuestión que me gustaría mencionar respecto al genero de los personajes que aparecen en el relato. Cuando digo hombres, no lo hago de forma no inclusiva, lo hago de forma totalmente consciente. Los que realizaron esos mapas y expediciones fueron hombres, o por lo menos oficialmente solo encontramos documentos que los mencionan a ellos. El río Buenaventura, por el contrario, tiene una voz femenina, propia del mito Aretusa. Tambiñen hago una distinción entre el documento histórico del río Buenaventura y el del mito de Aretusa. Este primero hace referencia a un hecho que se supone que ha sucedido en realidad; en la parte opuesta a él se encuentra el mito, que hace referencia a la ficción. Los mitos explican fenómenos naturales de una forma fantástica y simbólica, pero en ningún momento pretenden ser tomados como un hecho real y verídico. Cuando leemos un mito sabemos que nos encontramos ante una fábula fantástica y poética de la realidad. Por un lado, escojo el Buenaventura, río que aparece en un documento histórico tergiversado y que fue tomado como real durante casi un siglo; por otro Aretusa, un mito que explica la existencia de un manantial real que emerge en Siracusa, pero que la narración que lo justifica se entiende como ficción y fábula. Con estos dos ríos desdibujo la línea entre el mito y la evidencia histórica, entre la ficción y lo real. Los archivos son los que marcan la narrativa para dar pie a la ficción.

Casualmente, más tarde, di con una imagen que representaba a las raíces de una planta homónima a esta diosa (Artemisa). En dicho documento sus raíces se asemejan a pequeños flujos de agua subterránea. Para terminar de hacer el puzle encontré que esa misma planta es autóctona y la más extendida de la Gran Cuenca de Estados Unidos, lugar por donde en teoría había de fluir el Buenaventura. La narración encajaba a través de esos encuentros fortuitos de archivo para crear una historia que se posiciona entre la realidad y la ficción, sumergiendo en las profundidades de la tierra al río Buenaventura para esconderse de la vista del ser humano en las raíces de la diosa Artemisa.

El modo de hacer se ha basado en rebuscar entre archivos históricos para encontrar fragmentos que me permitan elaborar una narrativa encajando los encuentros casuales como un puzle y creando una conjetura histórica desde la ficción. Dando una nueva vida a estos archivos desde una posición ficcionada y a su vez reivindicando la historia, en parte, como ficción en sí misma, es decir, vista a través de un punto de vista concreto.
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